―Que no, que es un podenco.
―Que te digo que es un galgo.
―Sabe a podenco, seguro.
―No, a galgo.
―Pero, ¿por qué estamos perdiendo el tiempo? ―preguntó el tábano.
―Eso mismo, pienso yo ―contestó la pulga.
―Por mí, pueden seguir discutiendo tonterías ―dijo la mosquita.
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