Fotomontaje Martin Gerlach |
Ese
día Margaret cumplió los veintitrés y celebró una fiesta a la que no faltó ningún
chico guapo del barrio. También vinieron sus amigas, y las amigas de sus
amigas. Todos querían a Margaret y ella se dejaba querer.
Avanzada la noche, me
llevó a una zona retirada del jardín y me confesó que tenía una aventura con un
hombre diez años mayor que ella. Sé que mi comportamiento es reprobable ―se
censuró― pero,
es que los solteros son menos interesantes que los hombres casados... No puedo
remediarlo; y mira que siempre intento no caer en el mismo error… ¿Podrás
perdonarme? No sé porqué se tomó tantas molestias conmigo.
Llego
el día en que Margaret cumplió los treinta y dos. En esta ocasión celebró una fiesta
a la que acudieron los chicos más guapos de la ciudad. Vinieron algunas amigas, aunque no las amigas de sus amigas que encontraron algún motivo
para no asistir. Ellos todavía querían a Margaret y, ella al final se
casó con Paul.
Margaret
cumplía años y continuó organizando fiestas. Fue en su cumple de los cuarenta y
cinco cuando conoció al joven John. Esta novedad no cambió en absoluto nuestra relación. Continuamos saliendo todas las noches los dos solos a
dar a dar un paseo, en los que ella aprovecha para compartir conmigo sus sentimientos y sus preocupaciones. Margaret habla y yo la escucho como amigo atento que soy. Precisamente ayer me dijo: Sé que mi conducta como poco es
detestable ―se reprochó― pero, creo que los hombres casados son infinitamente
menos interesantes que los solteros. ¿Qué opinas?
¡Guau! ―respondí―. Pareció decepcionarse con mi respuesta. Dicen que un amigo que se precie, no debe mentir; aunque las
palabras escuezan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario