martes, 6 de enero de 2015

EDUARDO MARGARETTO SOBRE: "JOHN FANTE, VIDAS Y OBRA. COMO UN SONETO SIN ESTRAMBOTE"


Eduardo Margaretto 





Esta es una biografía escrita con el corazón en la mano. Refleja el amor  de un autor madurado bajo el sol italiano de John Fante. Un libro construido a fuego lento. 20 años; casi nada.

            ―¿Sabes lo mejor de esta biografía, Eduardo? Que después de leerla y de acercarse a este escritor de tu mano, te dan ganas de leerlo.. Gracias.

            ―A este respecto soy yo el que debe agradecerte a ti el interés que has mostrado por mi libro y ahora por Fante. Imagínate que alguien, yo en este caso, lleva más de veinte años queriéndole gritar a todo aquel con el que se cruza que sí existe un escritor muy bueno... que se llama Fante... que da igual que no hayas oído nunca su nombre... que no importa que salga o no en la tele... Y ahora que he conseguido escribir este libro tú y otros me dais las gracias por descubrir a un gran escritor... ¡Todo maravillosamente fantiano!



P. ¿Cuándo y cómo descubriste en tu vida a John Fante?
R. Hace muchos años, bastante antes de la irrupción de Internet, se decía, y yo estoy de acuerdo, que al escritor italoamericano sólo se llegaba porque te lo aconsejaba un amigo o porque te creías a Bukowski, que en el libro Mujeres lo citaba como su gran influencia. Yo soy de este último grupo: me fui a buscar sus libros en cuanto leí  Mujeres, pero la sorpresa fue que nadie sabía nada de él y que sus libros no existían en ningún catálogo. Un día encontré uno de sus libros (La cofradía de la uva-Ultramar literaria, 1990) y ya no me separé de Fante. Por supuesto, o por desgracia, Anagrama todavía no había publicado nada suyo.

P. ¿Cuáles son las características que definen a Eduardo Margaretto como un "fantiano"?
Sin duda son muchas: esa italianidad que yo viví de niño en España, porque mi abuela nació en Nápoles y mi madre en Sicilia. En nuestro país prácticamente nadie conocía el pesto o la polenta, pero mi casa, cada domingo, se convertía en un festival de olores italianos y mediterráneos cuando mi abuela, la nonna a la que he dedicado mi libro, empezaba a cocinar panzerotti, preziosini, minestrone, raviolis o crostate. Recuerdo con hermosa nostalgia los enfados de mi padre: “¿Es que no puedo ni comer pasta cuatro veces a la semana?”. Pura y fantiana italianidad.

Editorial ALREVÉS, 2014.


P. ¿Cómo surgió en ti la necesidad de escribir este libro?
No lo sé. Quizás los libros de Fante me contagiaron esos deseos de ser escritor que tanto le caracterizan. Y que mejor manera que escribir sobre él.


P. En España, Fante no es tan conocido en España, mientras que en Francia y por supuesto Italia, es uno de los escritores más leídos.
Es una pregunta difícil de contestar que he comentado con muchos colegas, ya sean escritores, traductores, profesores, periodistas o incluso lectores. Mi idea, muy sencilla, resulta también deprimente: en nuestro país no existe esa cultura de la Cultura que en Alemania, Francia, Italia o los países nórdicos está ya muy arraigada y que no consiste en nada más que en transmitir a los niños (y por supuesto a los adultos) los beneficios intelectuales y plásticos, pero también prácticos y sociales, de cualquier disciplina artística. Un ejemplo muy clarificador es la música: en los países mencionados es asignatura importante desde los primeros años de escuela, mientras que en España... ¡para qué hablar!

P. Tu libro es un excelente ejercicio de documentación, bien estructurado, con un estilo que no hace decaer el interés por el escritor italoamericano, un libro cercano, claro, directo, sin el tono dogmático de las biografías. Tiene capítulos que rozan el ensayo, y otras veces te involucras, cuentas experiencias personales relacionadas con Fante y con tus raíces italianas… ¿Cómo fuiste enhebrando este libro?
Me gusta que me hagas esta pregunta porque desde siempre, desde que decidí que algún día escribiría 'las vidas' de Fante me convencí de que no tenía que ser una biografía, ni un ensayo, ni una novela, ni un tratado académico... sino todo eso junto. Te aseguro que me costó muchos años encontrar el modo en que fundir todos esos planos de escritura, y de lectura, a los que siempre quise añadir mis experiencias personales relacionadas con Fante, que son muchas y que en el libro se pueden descubrir. Si lo he conseguido o no, será el lector quien lo determine.

P. A propósito, ¿Por qué este título?
Fante es un tipo, un escritor, que pensaba cada una de las palabras que escribía, y en los títulos se esmeraba aún más... ¡y si no que se lo pregunten a los traductores! (Sólo en España, de su libro The Brotherhood of the Grape existen tres traducciones editadas con títulos diferentes!)
Yo no quise ser menos y pensé mucho en el título. La primera intención fue tratar de transmitir, con esa transgresión de la lógica del singular y el plural ('vidas y obra' en lugar de 'vida y obras'), que Fante en su obra no sólo se escribió a sí mismo, sino a sus otros muchos yoes. Además, el subtítulo, que se me ocurrió a partir de una frase que leí en uno de sus libros ('garabateados cual sonetos con estrambote'), trata de referirse a esa poética que envuelve a esos grandes escritores cuyo reconocimiento llega siempre a deshora, pues nunca puede existir un soneto sin estrambote, y eso es algo muy triste (el soneto, o es soneto o es soneto con estrambote!!!).


P. Pasemos a las entrañas. Me gustaría que me contaras cómo descubre Fante su vocación.
Aunque parezca extraño creo que es algo sencillo de explicar y entender. Nacido en una familia pobre y marcado por ser hijo de emigrantes, es decir distinto, Fante descubre muy pronto, por supuesto porque posee una sensibilidad también diferente, que para escapar de la marginalidad, de la miseria, debe encontrar caminos distintos, alejados de lo que se espera de él, es decir, que continúe la tradición familiar de convertirse en albañil. Cuando aún es un adolescente se convence de que debe convertirse en jugador profesional de béisbol para conseguir dinero, fama y reconocimiento, pero en cuanto en una biblioteca empieza a leer a los grandes, a Nietzsche, Schopenhauer, Dostoievski, Anderson o Keats, entre muchos otros, su vida cambia por completo: deja la casa familiar de Boulder, Colorado, y se marcha a Los Ángeles para convertirse en escritor.

P. Un hombre con un coraje extraordinario cuando tiene que enfrentarse a la enfermedad.
Yo creo que en un principio lo hizo como lo hacemos todos, es decir, tratando de olvidarla en tu vida diaria, incluso en tu vida nocturna, pero controlando que no te afecte demasiado. Cuando la grave forma de diabetes que sufrió empieza a causarle problemas serios, como dolorosas úlceras en los pies, la cosa cambia. Y entonces, cuando llega la ceguera y la amputación de las dos piernas, se aferra a su espíritu de escritor y le dicta a su mujer esa maravillosa despedida de Arturo Bandini: Sueños de Bunker Hill.

P. Lo explicas muy bien en tu libro, pero me gustaría que marcases el mapa topográfico de la literatura de Fante.
Puede resultar interesante, a este respecto, analizar con necesaria brevedad a sus tres alter egos principales: Jimmy Toscana, Arturo Bandini y Henry Molise. Toscana, protagonista de sus primeros relatos, publicados en su mayoría en la prestigiosa revista The American Mercury, es un chaval que se encara, con las típicas pillerías y travesuras de niño, a una férrea educación católica,  a un padre embrutecido por el alcohol y las deudas y a una vida repleta de grandes restricciones debidas a la pobreza. Pero muy pronto, Fante crece como escritor y se da cuenta de que no está buscando un 'protagonista', sino un lugar donde asentarse para analizarse a sí mismo, para narrar su vida y todo lo que le rodea. Es entonces cuando nace Arturo Bandini que, por supuesto, tiene que ser hijo de una pobre familia de inmigrantes italianos, desear por encima de todo convertirse en escritor y codearse con los grandes. Años más tarde nos encontramos con Henry Molise, que por supuesto es también Fante, pero que por supuesto no podía ser Bandini, porque Molise es el alter ego que el escritor de Denver se inventa para poner por escrito las contradicciones de un famoso guionista de Hollywood que odia la profesión que le ha hecho millonario porque desearía dedicarse sólo a la literatura, que ha perdido esa rebelde y violenta altanería que caracteriza a Bandini y que ya no odia sus orígenes italianos, sino que encuentra en ellos, con una nostalgia muy mediterránea, su razón de ser.

 
John Fante.



P. Leyendo la biografía que has escrito lo que uno deduce rápidamente es que Fante fue un corredor de fondo.
Sí, siempre me gusta decir que John Fante era escritor desde que se levantaba hasta que se iba a dormir. Era escritor las 24 horas del día, era su manera de estar en la vida y en eso no cedía ni un solo milímetro ante nada ni ante nadie. Hoy día yo echo de menos ese tipo de actitud, la misma que tenía, por ejemplo, Ortega y Gasset, o Pasolini cuando se responsabiliza de su tarea de intelectual y escribe el famoso 'Yo sé'. Ahora cualquiera escribe un libro, lo difícil es 'ser escritor', y Fante lo es... da igual si tiene que ganarse un plato de garbanzos trabajando de albañil o escribiendo guiones en Hollywood, él es escritor cada minuto de su vida.

P. Años 30. Pertenece a una generación de escritores brutales como Faulkner, Steinbeck, Fitzgerald, Hemingway, John Dos Passos.
Su imaginario literario con raíces italianas, ¿crees que fue un hándicap para que no triunfara como los otros, o fue su dedicación como guionista de cine, más intensa y longeva que el resto de los escritores que trabajaron en el cine lo que le impidió esa fama?
Es una cuestión interesante porque, por ejemplo, el año en que Fante publica Pregúntale al polvo, considerado por muchos su mejor libro, aparecen también Las uvas de la ira, de Steinbeck, El día de la langosta, de Nathanael West, o El sueño eterno de Raymond Chandler. Además es la época de apogeo de otros grandes nombres como Hemingway, Fitzgerald o Huxley. Sin embargo, yo no creo que eso tenga que ser un handicap. Mi hipótesis, pensando por ejemplo en Las uvas de la ira, y en la que se ha dado en llamar literatura proletaria, es que ésta incidía en las desigualdades sociales provocadas por la Gran Depresión pero siempre desde el punto de vista del burgués progresista americano. Dicho de otro modo, eran novelas que se acomodaban al pensamiento único de quien tenía un cierto poder adquisitivo, que no olvidemos que en esa época eran los pocos que leían y compraban libros. Fante va más allá, Fante destruye la hipocresía de todos: la de los políticos que no hacen más que cuidar de los poderosos monopolios, la de los burgueses lectores a quienes acusa de ser hipócritas bienpensantes e incluso la de las clases más bajas a las que recrimina con virulencia que sólo deseen ser como los ricos para escapar de la pobreza y repetir los típicos esquemas represivos. Claro... ¿quién coño quería en ese momento plantearse esas cuestiones, asumir esas culpas, esas responsabilidades?

P. ¿Qué sería Fante sin el cine?
Con tu permiso a esta pregunta responderé de manera muy escueta. Fante sería el mismo con o sin el cine. Estoy totalmente convencido de que su obra literaria hubiese sido la misma si para pagar una casa y mantener a su familia se hubiese tenido que dedicar a talar árboles o a jugar a béisbol.

P. ¿Crees que Fante fue un tipo al que no la acompañó la suerte?
No sé, no hay que olvidar que cuando tiene poco más de veinte años empieza a publicar sus primeros relatos en una de las más prestigiosas revistas literarias de los Estados Unidos y que eso le proporciona buenas dosis de fama, y que a los treinta ya le han publicado dos libros de los que aún hoy se pueden leer muy buenas críticas publicadas en las principales cabeceras de la época... es cierto, le rechazaron su primera novela que, como otros libros que escribió en edad adulta, se publicaron póstumos, pero... ¿no forma parte eso de la historia de la buena literatura? Si yo te contara todo lo que he tenido que hacer para ver publicado este libro...

P. De todo lo que has descubierto a lo largo de estos 20 años ¿Qué te ha regalado este autor?
Bukowski dijo: la emoción que desprende ese escritor; el cineasta Edward Dmytryck: nadie como él sabía dar auténtica vida a sus personajes; el profesor universitario Richard Collins destaca su maestría en los diálogos; su hijo, Dan Fante, confesó en un poema que lo más grande que le había dejado su padre era su puro corazón de escritor... ¿qué puedo decir yo? Me siento a solas cuando anochece, cojo uno cualquiera de sus libros, lo abro... ¡y me siento bien!

P. Gracias a los testimonios directos de sus hijos, y de su esposa, se ve que John era intratable. El más crítico es Dan, el segundo y también escritor, que escribió una novela en la que cuenta esa relación. Al final Dan con John, reproduce la misma relación de odio/amor que tenía John Fante con su padre italiano.
Sí, puede parecer una contradicción, pero sinceramente creo que es un fenómeno muy latino, o incluso muy del ser humano. Con el tiempo las personas nos vamos encontrando a nosotras mismas, que en el fondo es encontrarnos con lo que somos, con nuestros orígenes. La grandeza literaria de Fante es que no rehúye la cuestión, más bien al contrario, no para de meter el dedo en la llaga, tanto para analizarse a sí mismo como hijo, para narrar la brutalidad de su padre, para explicar su fracaso como padre, para ahuyentar los demonios que le invaden cuando piensa que sus hijos son unos fracasados.... en el fondo, ¿no nos ha pasado a todos? Pura vida fantiana, gran literatura.


P. Fante no hubiera aguantado los embates de la vida sin su mujer, Joyce. ¿Estás de acuerdo?
Esta es una cuestión que siempre levantó algunas ampollas porque algunos 'expertos' se preguntaron en su época si el hecho de casarse y tener familia numerosa fue un obstáculo para su carrera. Es una auténtica idiotez. Yo estoy de acuerdo con Joyce cuando dice que no hay más que pensar que sus libros, y sobre todo los primeros, Espera a la primavera, Bandini y Pregúntale al polvo, John Fante los escribe cuando ya se ha casado con Joyce y no cuando vive su vida de vagabundeo en Los Ángeles. Quizás sería más interesante preguntarse porque Joyce Smart, una de las primeras mujeres que se licenció en la Universidad de Stanford, dejó de lado una prometedora carrera como poeta para 'cuidar' la escritura de su marido.




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