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Cesto con manzanas, 1893. |
Se cuenta que cuando le presentaron a Manet le dijo:
"Perdone que no le de la mano, Monsieur Manet, pero hace una semana que no
me la lavo." Y es que Cézanne, orgulloso de ser provinciano, detestaba
profundamente los valores de la sociedad burguesa de París que Édouard Manet
representaba en sí mismo. Eran tiempos de abundancia, de ópera, cafés, dandis y
cabareteras, donde la caridad era un hobby social, y el arte satisfacía la
vanidad de los mecenas. Pero también fue la época de una larga lista de
escritores y artistas: Lautréamont , Zola, Verlaine, Rimbaud, Gauguin, Van Gogh
o Fantin-
Latour, creadores solitarios, algunos suicidas, depresivos y misántropos, la mayoría.
Paul Cézanne procedía de una familia adinerada de origen
italiano. Su padre era banquero en la ciudad de Aix-en- Provence (a 30
kilómetros de Marsella) donde nació el pintor en 1839. Paul recibió una
esmerada educación humanista. Comenzó a estudiar Derecho, estudios que abandonó
para dedicarse a la pintura. En 1861, se traslada a París y en el Louvre pasará
horas estudiando a los artistas clásicos. En la Academia Suiza conoce a
Pisarro, quien le descubre la pintura al aire libre y los colores vivos, además
de introducirle en el Café Guerbois donde contacta con la vanguardia artística,
encabezada por "la pandilla de Manet": Guillaumin, Degas, Monet, Sisley,
Renoir y Pisarro, entre otros.
En 1874, Cézanne, participa en la primera exposición
colectiva de los impresionistas en el estudio del fotógrafo Nadar, y en 1987 expone
en otra colectiva del grupo. Sin embargo, las críticas que recibió su pintura
tildada de infantil, tosca y primitiva, provocan que el pintor se aleje para
siempre de los circuitos artísticos.
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Paul Cézanne |
En 1886 contrae matrimonio con su compañera Hortense y se
trasladan a vivir durante un tiempo a L'Estaque. Este hombre colérico,
depresivo, paranoico y egocéntrico, a quien no le sobraban los amigos, rompe
para siempre su relación con su amigo de la infancia, Émile Zola, cuando este
publica "La obra" (1889). Novela en la que uno de sus personajes, Claude
Lantier, es un pintor que lucha contra el mundo y contra sí mismo para crear
una obra genial, pero que en su locura acaba suicidándose.
En
1900, Cézanne se recluye definitivamente en Aix-en-Provence, su ciudad natal,
con el propósito de encontrar su propio camino. Este exilio artístico agudizará
su mal carácter a los ojos de sus colegas impresionistas y el público parisino.
En su taller, de manera obsesiva y metódica, se vuelca en el estudio de la
forma y el color, dos elementos básicos en su pintura. Sus experimentos le
llevan a descubrir que "el dibujo y el color no son diferentes. A medida
que se pinta se va dibujando." Y cuanto más exacto sea el color de lo que
se pinta, con más precisión aparecerá su forma.
Este principio marcará su estilo, y esa búsqueda será incesante y
agotadora en unos lienzos que no plasmarán grandes temas, ni buscarán la
originalidad. La emoción quedará relegada de su pintura, pues el sentimiento es
incompatible con la objetividad. El artista trabajará con ahínco, sin alegría, buscando la riqueza interior de
la naturaleza desde todos sus ángulos. En sus últimos años, un viejo y
desaliñado Cézanne, a quien los chicos seguían para tirarle piedras como a un
perro, se metía en su atelier para
regresar una y otra vez a sus bodegones, a las escenas de bañistas, y a los
paisajes de su Provenza natal, siempre con la misma sensación de fracaso por no
haber logrado lo que pretendía. En sus cuadros, el pintor descubrirá que la
realidad está definida por formas simples, contundentes, geométricas. La
naturaleza contiene esferas, pirámides o prismas.
A
raíz de su primera exposición individual
en 1895, organizada por Vollard, ya casi al final de su vida, su obra comenzó a
ser valorada. La gran exposición organizada en el Salón d'Automne, en 1907 (un
año después de su muerte), fue un revulsivo para las generaciones posteriores.
Los jóvenes fauvistas y cubistas, lo considerarían el precursor del arte abstracto
contemporáneo. "Cézanne era mi único maestro. Era el padre de todos
nosotros", reconoció Picasso.
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Bañista con los brazos abiertos, 1877-88 |
Dio la casualidad que el poeta Rainer Maria Rilke acudió
a aquella exposición póstuma. La obra del pintor le causó tal impresión, que
después la visitaría todos los días, y le relataría a su mujer, Clara Westhoff,
en diferentes cartas, aspectos sobre la vida y el arte del pintor. En sus Cartas sobre Cézanne escribe: "Cuanta
pobreza tienen en él todos sus objetos: las manzanas, son todas manzanas de
cocina y las botellas de vino parecen hechas para los bolsillos deformados,
agrandados de abrigos viejos."