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sábado, 7 de enero de 2017

CANTA UN BOLERO




"Ella canta un bolero", 2014. Y. Delgado.

Como los gorriones cuando abren el pico y no emiten sonidos. Verlos produce inquietud. Quizás abrir el pico sin decir pío, sea parecido a tomar aire por la boca para respirar mejor, vaya usted a saber la razón. En esta ciudad, menos oxígeno, a los pulmones llega cualquier cosa. Hay gorriones callejeros y palomas callejeras y humanos callejeros; perros callejeros ya no quedan, van con chip y abriguitos de invierno. Hombres callejeros hay muchos. Viven, mean, y comen en la calle. A veces abren el pico para gritar, aunque la mayoría arrastra silenciosa carritos de supermercado llenos de cartones, ropa y aparatos rotos. La basura es su patrimonio. Sufren la peste de la desgracia. La desgracia es contagiosa, hoy más que nunca es contagiosa. Cualquier día puedes ser tú el que esté hediendo a pobreza. Huele, la pobreza, y ese hedor da miedo. La mujer se pasea por la avenida con cuatro chuchos atados con una cuerda. Por las tardes, se sienta en los bancos que están junto al parque y a veces canta un bolero. Al parque no puede entrar, los vigilantes han conseguido domesticarla. El parque es para los niños y para perros limpios. Como se atreva a entrar, llamarán a la policía, se la llevarán al albergue y se acabó el problema. Ellos dicen la palabra albergue como si mentaran el infierno. La amenaza funciona, consigue lo que se propone, pega donde duele. Como no te comas el pescado, te quedas sin jugar.  Como enfermes, perderás el trabajo. Como sigas por ahí, lo pagarás. Como entres al parque, llamaremos a la pasma y esta noche dormirás en la celda de los pobres. La vieja no grita a los vigilantes, les pide cigarrillos. No son malos chicos y ella no es una mala mujer. Hay respeto. A los guardianes les da pena. Los cigarrillos son poca cosa y ella lo agradece portándose bien. Un yo te doy poco, tú me das lo que te pida. Cuando abre el pico, a la mujer callejera, la voz se le queda trabada en la garganta. Hay veces que se la oye rabiar una canción:  Solamente una vez amé en la vida, solamente una vez y nada más. Hoy, suena a disco rayado; una y otra vez la cancioncita. Canta para su cuello, en secreto, con voz apagada. Solamente una vez amé en la vida y mordiendo el aire hace jirones la frase; a pedazos el desamor deshace entre los dientes.


lunes, 26 de diciembre de 2016

MICHÈLE CERRÓ LOS OJOS

la actriz Michèle Morgan



Michéle Morgan (29 de febrero de 1920, 20 de diciembre de 2016), cuyo verdadero nombre era Simone Rousell, había nacido con el mar dentro de los ojos. Espectadores, críticos, directores y compañeros de interpretación cayeron rendidos a aquella mirada de azul cristalino que les atravesaba como una flecha. La hija de un empresario de perfumes conoció la fama en 1938 gracias a su interpretación en "El muelle de las brumas", entonces tenía 17 años. "¡Ah!, esa mirada", "Pupilas de la nación", "La Garbo francesa", y otras frases parecidas volaron apresuradas de la pluma de los críticos a los titulares de prensa. 
            Pocos cinéfilos de hoy recuerdan  que Michèle Morgan fue la primera actriz en recibir el premio de interpretación femenina en Cannes por su papel en "La sinfonía pastoral" (1946), adaptación cinematográfica de la novela de André Gide.  
            Con más de 70 películas en su filmografía, una efímera incursión en Hollywood,  y tras haber trabajado bajo las órdenes de uno de sus maridos, el director Gérard Oury, y otros tantos maestros como René Clair, Claude Lelouch o Claude Chabrol, los ojos de océano cambiaron el cine por la paleta de colores. Michèle Morgan dedicaría sus últimos años a la pintura. Al final de su carrera, recibiría el César de honor y el León de Oro por toda su carrera.

            En estos días, sus antiguos compañeros recuerdan su generosidad, su gran modestia y su cariño incondicional hacia el público que la adoraba. Sin embargo, de todas las páginas que le dedicaron los periódicos el 21 de diciembre con motivo de su fallecimiento a los 97 años, me quedo con una frase atribuida a la actriz en su autobiografía "Avec ces yeux-là" ("Allí con estos ojos") y que me llega como una pena antigua, como un dolor del que la actriz se sintió siempre prisionera: "Todos hablaban de la belleza de mi mirada, pocos mencionaron la calidad de mis interpretaciones." 

jueves, 15 de diciembre de 2016

EL PINTOR DE LAS "MANZANAS DE COCINA"

Cesto con manzanas, 1893.


            Se cuenta que cuando le presentaron a Manet le dijo: "Perdone que no le de la mano, Monsieur Manet, pero hace una semana que no me la lavo." Y es que Cézanne, orgulloso de ser provinciano, detestaba profundamente los valores de la sociedad burguesa de París que Édouard Manet representaba en sí mismo. Eran tiempos de abundancia, de ópera, cafés, dandis y cabareteras, donde la caridad era un hobby social, y el arte satisfacía la vanidad de los mecenas. Pero también fue la época de una larga lista de escritores y artistas: Lautréamont , Zola, Verlaine, Rimbaud, Gauguin, Van Gogh o Fantin- Latour, creadores solitarios, algunos suicidas,  depresivos  y misántropos, la mayoría.
            Paul Cézanne procedía de una familia adinerada de origen italiano. Su padre era banquero en la ciudad de Aix-en- Provence (a 30 kilómetros de Marsella) donde nació el pintor en 1839. Paul recibió una esmerada educación humanista. Comenzó a estudiar Derecho, estudios que abandonó para dedicarse a la pintura. En 1861, se traslada a París y en el Louvre pasará horas estudiando a los artistas clásicos. En la Academia Suiza conoce a Pisarro, quien le descubre la pintura al aire libre y los colores vivos, además de introducirle en el Café Guerbois donde contacta con la vanguardia artística, encabezada por "la pandilla de Manet": Guillaumin, Degas, Monet, Sisley, Renoir y Pisarro, entre otros.
            En 1874, Cézanne, participa en la primera exposición colectiva de los impresionistas en el estudio del fotógrafo Nadar, y en 1987 expone en otra colectiva del grupo. Sin embargo, las críticas que recibió su pintura tildada de infantil, tosca y primitiva, provocan que el pintor se aleje para siempre de los circuitos artísticos.
      
Paul Cézanne


      En 1886 contrae matrimonio con su compañera Hortense y se trasladan a vivir durante un tiempo a L'Estaque. Este hombre colérico, depresivo, paranoico y egocéntrico, a quien no le sobraban los amigos, rompe para siempre su relación con su amigo de la infancia, Émile Zola, cuando este publica "La obra" (1889). Novela en la que uno de sus personajes, Claude Lantier, es un pintor que lucha contra el mundo y contra sí mismo para crear una obra genial, pero que en su locura acaba suicidándose.
            En 1900, Cézanne se recluye definitivamente en Aix-en-Provence, su ciudad natal, con el propósito de encontrar su propio camino. Este exilio artístico agudizará su mal carácter a los ojos de sus colegas impresionistas y el público parisino. En su taller, de manera obsesiva y metódica, se vuelca en el estudio de la forma y el color, dos elementos básicos en su pintura. Sus experimentos le llevan a descubrir que "el dibujo y el color no son diferentes. A medida que se pinta se va dibujando." Y cuanto más exacto sea el color de lo que se pinta, con más precisión aparecerá su forma.  Este principio marcará su estilo, y esa búsqueda será incesante y agotadora en unos lienzos que no plasmarán grandes temas, ni buscarán la originalidad. La emoción quedará relegada de su pintura, pues el sentimiento es incompatible con la objetividad. El artista trabajará con ahínco,  sin alegría, buscando la riqueza interior de la naturaleza desde todos sus ángulos. En sus últimos años, un viejo y desaliñado Cézanne, a quien los chicos seguían para tirarle piedras como a un perro, se metía en su atelier para regresar una y otra vez a sus bodegones, a las escenas de bañistas, y a los paisajes de su Provenza natal, siempre con la misma sensación de fracaso por no haber logrado lo que pretendía. En sus cuadros, el pintor descubrirá que la realidad está definida por formas simples, contundentes, geométricas. La naturaleza contiene esferas, pirámides o prismas.


            A raíz de su primera exposición  individual en 1895, organizada por Vollard, ya casi al final de su vida, su obra comenzó a ser valorada. La gran exposición organizada en el Salón d'Automne, en 1907 (un año después de su muerte), fue un revulsivo para las generaciones posteriores. Los jóvenes fauvistas y cubistas, lo considerarían el precursor del arte abstracto contemporáneo. "Cézanne era mi único maestro. Era el padre de todos nosotros", reconoció Picasso.
Bañista con los brazos abiertos, 1877-88


            Dio la casualidad que el poeta Rainer Maria Rilke acudió a aquella exposición póstuma. La obra del pintor le causó tal impresión, que después la visitaría todos los días, y le relataría a su mujer, Clara Westhoff, en diferentes cartas, aspectos sobre la vida y el arte del pintor. En sus Cartas sobre Cézanne escribe: "Cuanta pobreza tienen en él todos sus objetos: las manzanas, son todas manzanas de cocina y las botellas de vino parecen hechas para los bolsillos deformados, agrandados de abrigos viejos."


miércoles, 14 de diciembre de 2016

EL REY DEL TABACO

"El Rey del Tabaco". Ilustración de Yenny Delgado Batista.


"Que de repente, mi padre, sin alterarse ni nada, empezó a mirar el habano muy despacio, con la seguridad de que lo que agarraban sus dedos de la mano derecha más que un cigarro fuera oro, y con la misma calma de antes contestó: ¿Sabes lo que pasa, italiano? (...)."

(El Rey del Tabaco. "Puro Cuento". Ed. Baile del Sol) 




martes, 13 de diciembre de 2016

HABLAR DE MÁS

"Hablar de más". Ilustración Yenny Delgado Batista.


"Pero mi tío no venía solo, agarrado de su brazo sonreía una mulata menuda, con los labios pintados, tan encarnados como la rosa que mi tío llevaba en el saco."

(Hablar de más. "Puro cuento". Ed. Baile del Sol) 

miércoles, 7 de diciembre de 2016

EXPULSADOS




Hacia adónde iremos, padre, cuando no queden vallas de espinas ni muros que saltar.
La llave que traes de nuestra casa, ¿abrirá otra puerta?
¿Me esperan allí mis amigos?
¿Cuándo llegaremos?  
Pero, ¿adónde vamos, padre?
¡Háblame!
Cómo se llama ese lugar.

COMPAÑEROS DE GUERRA

"Compañeros de guerra". Ilustración de Yenny Delgado Batista



J. ―¿Infierno, dices? Madrid ya es el infierno, Ernest. 

(Fuente: No revelada. Extracto de la conversación que mantuvieron el 23 de abril de 1937 en el Hotel Palace de Madrid, los dos escritores norteamericanos, Ernest Hemingway y John Dos Passos.  Amigos íntimos y simpatizantes de la causa republicana, ambos trabajaron como corresponsales durante la Guerra Civil Española. Su amistad se quebró definitivamente tras la desaparición del amigo y traductor de Dos Passos, José Robles Pazos.)

(Compañeros de guerra, Puro cuento, Ed. Baile del Sol, 2016)

martes, 6 de diciembre de 2016

YO TARZÁN, TÚ STALIN

"Yo Tarzán, Tú Stalin" Ilustración de Yenny Delgado Batista


"Si no hubiera hecho carrera política, probablemente se hubiera dedicado al cine, pero la vida real le dio la oportunidad de interpretar el papel de asesino de masas, y no cabe duda de que Stalin bordó el personaje. (...)"


(Yo Tarzán, tú Stalin. "Puro Cuento". Ed. Baile del Sol, 2016) 

lunes, 5 de diciembre de 2016

LA REVOLUCIÓN

"La revolución" Ilustración de Yenny Delgado Batista

"Carajo, Novelitas, no me diga que las ratas le dan miedo. Yo que pensaba llevárselas a su madre para que le hiciera esta noche caldo -y mirándome, se detuvo en mis viejos pantalones-, pero ya veo que el agua se la echó encima como un niño ruin." 

(La Revolución. "Puro Cuento". Editorial Baile del Sol, 2016)

sábado, 3 de diciembre de 2016

RESIGNACIÓN DIVINA

Ilustración de Yenny Delgado Batista




"La luz de una mañana lluviosa apenas atraviesa el cielo. Los árboles del patio de recreo se mecen en una bruma melancólica que siente como propia. Es octubre. Qué puede esperarse de un mes esquinado y viejo como él.
Un solo pensamiento le mortifica desde hace ya un tiempo largo y, ni la oración ni el ayuno han podido disipar de su alma ese cansancio definitivo. (...)"



(Resignación Divina. "Puro Cuento". Ed. Baile del Sol, 2016)

viernes, 2 de diciembre de 2016

EL FORASTERO

Ilustración de Yenny Delgado Batista

"Entre la una y las dos de la madrugada, un reguero de sombras cercó la casa. Las antorchas borrachas de petróleo y fuego cruzaron raudas el cielo sembrado de estrellas. La casa de la cuesta se oía crujir con la furia de la hojarasca seca. Los perros con el miedo enroscado en el rabo ladraban aterrorizados hacia las llamas... (El forastero. Puro Cuento. Ed. Baile del Sol, 2016)



martes, 22 de noviembre de 2016

"PURO CUENTO" Ed. BAILE DEL SOL

            


Yolanda Delgado Batista.

El relato es una sacudida eléctrica, un calambre que paraliza al lector durante un instante muy breve. Los personajes y el escenario vienen dados. Pertenecen a historias que de alguna manera viví, otras me las contaron o están sacadas de noticias publicadas en los periódicos; y algunas, por qué no confesarlo, las escuché sin permiso. Acontecimientos y voces, que por alguna razón inexplicable, se instalaron en mi imaginación, invadieron mi tranquilidad y no cesaron de saltar hasta que replegándome a sus caprichos, las traje a la superficie. Pero una vez que sus personajes quedaron satisfechos, dijeron sin mirar atrás: "Adiós y buena suerte".

Cubierta. Ed. Baile del Sol.

            Los relatos contenidos en este libro suceden en varios lugares. Unos bien definidos, otros no pertenecen a ninguna geografía; algunos son muy breves, pero incluso estos, aparentemente más humorísticos e inverosímiles piden una segunda lectura como enseguida se percatará el lector. Entre bromas y veras, he pretendido acercarme a la contradictoria belleza de amor y desamor que encierran las relaciones humanas en todas sus variantes.

             Más ambicioso por mi parte ha sido pretender acercarme al espíritu volátil que late bajo cualquier forma de narrar, ese pálpito que empuja a los hombres a contarse a sí mismos de qué va el juego de vivir. "Seguiremos debiéndonos afligir con esa palabra "literatura", lo que es y lo que pensamos que sea (...) Pero alegrémonos de que acabe por escapársenos, por nosotros, porque siga viva y nuestra vida se una con la suya en horas en las que intercambiamos el aliento con ella", dijo Ingeborg Bachmann. Hasta ahora no he encontrado una explicación mejor que resuma con tanta intensidad lo que todo escritor anhela cuando esculpe con palabras universos inventados. Serás tú, lector, el único que valore si he conseguido mis propósitos. 


sábado, 5 de noviembre de 2016

CUANDO HITLER ROBÓ LAS PALABRAS



Todos los totalitarismos roban las palabras. Las prohíben, las destrozan, las violan con la prepotencia que otorga la maldad. Todos los totalitarismos inventan un lenguaje propio, uniforman el pensamiento, infectan de odio el habla de los ciudadanos. Como Lenin, Stalin o Mussolini, también Hitler nacionalizó la "no libertad de expresión". 
A cada alemán le colocó una mordaza, le despojó de su esencia como individuo y se le obligó a levantar el brazo en honor al "Redentor de Alemania". Se escribieron eslóganes y se escogieron los símbolos de esta nueva religión: "banderas de sangre", la cruz virada con las puntas rotas en el brazo de los auténticos alemanes; la estrella amarilla en el pecho de los judíos.
         Los altavoces gritaban en todas las calles, en todas las esquinas se oía la voz del Führer y de Goebbels, su ministro de propaganda. Discursos sentimentaloides que hablaban de la salvación de la patria, de la heroicidad de quienes luchaban por Alemania y daban su vida por Hitler. Los discursos estaban repletos de palabras peligrosas: nacionalsocialismo, sistema, Estado, surgimiento, raza aria, judíos… Jóvenes y ancianos asimilaron de forma natural "todo el rosario nazi". La tendencia era ensordecer al individuo con el colectivismo. «Pueblo» se emplea tantas veces al hablar y escribir como la sal en la comida; a todo se le agrega una pizca de pueblo, escribió Victor Klemperer ( Landsberg 1881-Dresde 1060) en su obra "LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un filólogo" (Ed. Minúscula. Traducción de Adan Kovacsics).
         Para entonces (agosto de 1933), al catedrático de francés lo habían expulsado de la Universidad de Dresde por judío,  consecuencia de la depuración del funcionariado. Se le prohibió la entrada a las bibliotecas y la posesión de libros escritos por autores no judíos.
       Victor Klemperer estaba casado con una mujer «aria», la pianista Eva Schlemmer. Entre 1933 y 1945, el matrimonio resistió con dolor y estoicismo la exclusión, los insultos, la marcha y la desaparición de sus amigos, la enfermedad, la persecución, la pobreza y la guerra. Ya no soy alemán y ario sino judío, y tengo que agradecerles que me dejen con vida, confiesa en una página de sus diarios.
      El "judío Klemperer" (esa era la forma de presentarse ante la Gestapo) continuó escribiendo al tiempo que trabajaba de peón en una fábrica de plantas medicinales, y lo hizo mientras huía para salvar la vida.  Sus obras y sus artículos eran rechazados una y otra vez en el país que no quiso abandonar. La escritura se convirtió en su salvavidas, a pesar del peligro al que se exponía él, su esposa y la cirujana Annemarie Köhler, quien custodió los textos del escritor y los puso a salvo de la Gestapo y de la guerra. Escribir le ayudó a situarse por encima de las circunstancias y observar la realidad con sus herramientas de filólogo.
         En la Lingua Tertii Imperii (LTI) analiza con claridad meridiana cómo las mentiras y la demagogia de la biblia hitleriana del Tercer Reich, Mi lucha, y sus apóstoles contaminaron los carteles en los comercios, las conversaciones cotidianas de la gente, inclusive entre los que eran judíos. Influyó a la hora de elegir el nombre de los recién nacidos o en el lenguaje grandilocuente de las necrológicas. La sombra del fanatismo (palabra en aquella época sinónimo de «apasionamiento») fue alargada. Encontró eco en la literatura, en los textos apolíticos y por supuesto, en los medios de comunicación que con tanta eficacia difundieron el mensaje de odio contra la raza judía, "moral e intelectualmente inferior". La LTI "se apoderó de todos los ámbitos, públicos y privados". Creo que en el futuro, cuando se pronuncie la palabra «campo de concentración», se pensará en la Alemania de Hitler, única y exclusivamente en la Alemania de Hitler…

      Sus textos lograron ver la luz, continúan traduciéndose en todo el mundo. A pesar de lo que pensaba el autor, tanto esfuerzo, tanto dolor personal, sí mereció la pena. Gracias al testimonio de Victor Klemperer y a muchos como él, las mujeres y los hombres de hoy sabemos que héroes son quienes "realizan actos positivos para la humanidad", y nadie tiene derecho a robarnos las palabras. Jamás.

viernes, 28 de octubre de 2016

NOVIEMBRE ES "PURO CUENTO"



Cubierta. Ed. Baile del Sol, 2016


"En general, todos se alternan y se suceden con armonía contradiciéndose o completándose, agitándose o confrontándose sutilmente en orden a conseguir una atmósfera común que transporta al lector poco a poco a otra realidad que nada tiene que ver con las de los cuentos por más que crea que sigue prendido de ellas."
(Julio Llamazares en el prólogo de "Puro Cuento")

jueves, 5 de mayo de 2016

TAXISTA DE NOCHE, ESCRITOR DE DÍA



Gaito Gazdánov



"Comenzaba a pensar que aquella pacífica ausencia de pensamiento, podría explicarse, obviamente, a causa de varias generaciones cuyas vidas enteras equivalían a un deseo casi consciente de deliberado empobrecimiento intelectual, encaminado hacia el "sentido común", así como el rechazo de la duda o el miedo por las ideas novedosas; y este miedo era tan poderoso en un tendero de mediana edad como en un joven profesor universitario."
                                                                                  Caminos Nocturnos



            En 1919 estalló la Guerra Civil y Gaito Gazdánov, con 16 años, se unió al Ejército Blanco del general Wrangler, finalmente derrotado por los bolcheviques. Junto a más de 150.000 refugiados, huyó de Rusia en 1920 atravesando el Mar Caspio hasta Constantinopla (hoy Estambul) donde fue realojado en el campo de desplazados de Gallipoli.
                        
           Georgi Ivánovich Gazdánov nació en 1903 en San Petersburgo en el seno de una familia de clase media originaria de Osetia. Su padre era inspector forestal, profesión que le llevó a trasladarse continuamente junto a su familia por distintos lugares del imperio ruso. Fue un niño precoz, devorador de literatura seria e interesado por la filosofía. En Constantinopla y poco después en Bulgaria, continuaría con sus estudios.
            En 1923 llegó a París sobreviviendo con trabajos tan diversos como descargando barcazas en Saint-Denis, limpiando locomotoras, como operario en los talleres Citroën y durante tres meses, en las oficinas de la editorial Hachette. Vivió un tiempo en la calle hasta que encontró un empleo como taxista nocturno, profesión que ejerció desde 1928 hasta 1953, cuando entró a trabajar en Radio Liberty, una emisora anticomunista financiada por la CÍA.

            Su profesión de taxista le permitió asistir a la Sorbona, comenzar a escribir y convertirse en uno de los escritores jóvenes más interesantes de la emigración rusa. Por desgracia, en España no se le ha prestado todavía la atención que merece. Para ser justos, no debemos quejarnos, el lector puede adentrarse en su literatura a través de tres de sus obras más importantes: Una noche con Claire (Ed. Nevsky Prospects, 2011), Caminos Nocturnos (Sajalín, 2010) y El espectro de Aleksandr Wolf (Acantilado,2015). Esperemos que el tiempo nos traiga más libros.
            Gaito Gazdánov (utilizó siempre su nombre osetio) saltó a la arena literaria a finales de 1920, primero como autor de relatos cortos en un periódico ruso de Praga, Volya Rusii. Su primera novela, Una noche con Claire (1929), publicada por una editorial rusa en París, fue muy bien recibida por la comunidad rusa en el exilio, brindándole además la oportunidad de continuar publicando sus relatos en "Letras Contemporáneas", una de las revistas más prestigiosas de la diáspora. La crítica le comparó con Proust (autor, que según él mismo confesó, no había leído) y con su coetáneo Nabokov, otra de las promesas de la nueva literatura rusa, aunque uno y otro poco o nada tienen en común. Además, mientras el autor de Lolita dejó de escribir en ruso, Gazdánov nunca abandonó su lengua materna.


            Una noche con Claire es una obra autobiográfica intrincada en la tradicional corriente memorística rusa iniciada en el s.XVII y continuada dos siglos después por Lermontov (Un héroe de nuestro tiempo), Tolstoy (Infancia, adolescencia y juventud), Dostoievsky (Apuntes del subsuelo), Gorky (Autobiografía), Nabokov (Habla, memoria), Viktor Shklovsky (Literary Reminiscences) y otros muchos autores que hicieron de sus memorias materia de ficción.
            A través del protagonista de su novela, Gazdanov hace un viaje retrospectivo a los años de su niñez y juventud: las figuras del padre y de la madre; el dolor por la muerte de sus seres queridos; el descubrimiento de la naturaleza y del amor. Una vida que se verá interrumpida por el trauma de una guerra en la que se alistó como voluntario cuando todavía era un adolescente, cuando su padre muerto no podía darle consejos. "Quería descubrir qué era la guerra, se trataba de ese consabido interés por lo nuevo y desconocido. Ingresé en el Ejército Blanco porque me encontraba en su territorio, porque era lo correcto." Después vendría el obligado abandono de una patria a la que amaba para nunca regresar. París sería su destino, la ciudad donde vive la única mujer a la que amó. "Las orillas ardientes y el agua que me separaban de Rusia con el balbuceante y cada vez más real sueño con Claire."
            Antes de la II Guerra Mundial, el escritor publicó dos títulos más: La historia de un viaje (1938), y Caminos Nocturnos (1939-1941). Novela esta muy interesante en la que el protagonista, taxista de noche en la ciudad de París, hace un retrato, entre el desdén y la compasión, de la fauna que se mueve en el París noctámbulo, un "gigantesco espectáculo teatral" donde hasta el aire se encuentra "impregnado de una pobreza arcaica e ineludible".  Vagabundos, ladrones, proxenetas, prostitutas, camareros, taxistas y exiliados que como el propio Gazdánov, viven una vida esquizofrénica, muy distinta a la que abandonaron en Rusia, para quienes el alcohol se ha convertido en el único asidero.  




            Durante la II Guerra Mundial,  se unió a la resistencia francesa. Sus nuevas obras adoptan el género de thriller psicológico: El Espectro de Aleksandr Wolf y El Regreso de Buda, que cuando fueron traducidas al francés, la crítica halló ciertas analogías con la literatura de Camus por su trasfondo reflexivo sobre el destino personal, la responsabilidad de nuestras acciones, el amor o las consecuencias del azar que en unos casos conduce a la redención y en otro, a la destrucción.
            En El Espectro de Aleksandr Wolf, un periodista ruso, exiliado en París, lee por casualidad en un libro de relatos, un cuento que narra con una inquietante precisión el acontecimiento más amargo que experimentó durante la guerra: el momento en el que asesinó a un soldado enemigo. A partir de ese momento, el protagonista emprende la búsqueda de A. Wolf, el supuesto autor del libro.  
            Sus años como taxista concluyeron cuando entró en Radio Liberty, en 1953, primero como escritor-editor en Paris; después ocuparía distintos cargos que le llevarían durante una época a Múnich, ciudad en la que falleció de un cáncer de pulmón en 1971.



El Montaparnasse ruso

            A partir de 1925, París se convirtió en uno de los centros neurálgicos de los diáspora rusa huida de la Revolución bolchevique. La Rusia Parisina era en número unos 45.000―, una comunidad mayor incluso que la de los americanos expatriados. Pero muy al contrario que éstos, la mayoría de los rusos llegaron a la "Gay Paree" como refugiados, buscando un empleo con el que sobrevivir, y no al encuentro de la inspiración artística, ni de las fiestas y juergas alcohólicas, los cafés, cabarets, la vanguardia, el "Jazz Age" de Gertrude Stein, Hemingway, Fitzgerald, Henry Miller o Anaïs Nin. La "Generación perdida" americana no estaba tan huérfana en comparación con los artistas rusos exiliados. Estos carecían de apoyos por parte del gobierno bolchevique, fueron silenciados y considerados traidores hasta la época Gorbachev, cuando por fin fueron restaurados.
Ernest Hemingway con amigos en París. 1925
            En el periodo de entreguerras, la diáspora intelectual rusa se vio obligada a crear su propio microcosmos cultural. Algunos ya habían alcanzado cierta notoriedad en la Rusia prerrevolucionaria como Zinaida Gippius, Alexei Rezimov o Ivan Bunin (Premio Nobel 1933). A la sombra de estas personalidades surgió un grupo de escritores, conocidos como el "Montparnasse ruso" o "The Unnoticed Generation", como a ellos les gustaba denominarse.. El centro de este grupo poco cohesionado estaba integrado por Gaito Gazdanov, Boris Poplavsky, Yuri Felzen, Vasily Yanousky, Vladimir Varshavsky, Ekaterina Bakunina, Sergei Sharsun, Anatoly Schteiger y Nikolai Otsup.
            La mayoría habían abandonado Rusia siendo muy jóvenes, maduraron en Paris, entraron en la escena literaria a finales de las década de 1920 y mantuvieron una cierta identidad hasta la Ocupación, en 1940. A todos les unía el trauma de la guerra, el exilio y la falta de integración en una ciudad que les resultó siempre extraña, representativa de la desintegración de las esperanzas y los valores europeos durante el periodo de entreguerras y de la alienación del hombre en las grandes metrópolis.
            Los jóvenes asumieron el papel de herederos de la tradición rusa. La frase de Bunin "Nosotros no estamos en el exilio, estamos en una misión", articuló el sentir común. La mayoría de los autores continuaron escribiendo en ruso. Los rusos de Montparnasse navegaron entre la literatura de los maestros rusos y los discursos del Modernismo occidental.


martes, 5 de abril de 2016

HELEN Y LA FÁBRICA DE CHOCOLATE

La británica Helen Sharman entre los dos astronautas rusos. 




Podría ser un maravilloso relato de Roald Dahl, pero ocurrió en la vida real donde casi siempre se escriben historias tan increíbles como ésta: Helen Sharman trabajaba como química en la fábrica de chocolates Mars (Marte, en inglés). Una mañana, de camino al trabajo, escuchó en la radio de su coche un anuncio: “Se busca astronauta. No se requiere experiencia”. Será porque ella entonces trabajaba en una empresa que tenía nombre de planeta, será porque aquella mujer era de esas personas que confían en que cualquier sueño puede cumplirse si uno se lo propone, que Helen contestó al anuncio sin pensárselo dos veces. Al final, resultó la única seleccionada entre los 13.000 británicos que aspiraban viajar como turistas en el viaje espacial organizado por la Rusia de Gorbachov.

Hace 25 años, El 18 de mayo de 1991, una joven de 27 años, se despedía de sus padres y hermanos desde la ventanilla de la nave Soyuz rumbo a la estación Mir. Se iniciaba una aventura que nadie sabía cómo terminaría. Imagino que Sharman arrojó por la borda todas sus dudas cuando la nave traspasó las nubes, al contemplar un espectáculo que pocos humanos han podido disfrutar con sus propios ojos. En su equipaje llevaba una foto de la reina de Inglaterra, (algo que viniendo de un súbdito británico no me sorprende), un mechero que pertenecía a su padre, y quizás alguna barrita de chocolate Mars. Además, los rusos, siempre tan organizados, le entregaron un “pasaporte espacial” por si la nave se veía obligada a aterrizar fuera de territorio ruso. Los astronautas, Anatoli Artsebarski y Serguéi Krikaliov, compartieron con Helen seis días de sus vidas en el espacio. Cuando la nave regresó a Tierra, la primera turista espacial abrió la compuerta de la cápsula, y saliendo al exterior no pudo contener la emoción: “El aire es fresco y el aroma de las flores resulta maravilloso”.

No se entiende el valor de las cosas hasta que uno las pierde del todo. Quizás con aquella hazaña, Helen Sharman se reconciliaba con la vida, sintiéndose contenta de regresar a un planeta tan bello.
En el libro de la humanidad, existen nombres de mujeres que en algún momento dijeron sí. Sí al progreso, sí a que la vida continúe, aunque de una forma más justa y pacífica. Mujeres de todo el mundo escriben todos los días páginas de Historia, y si puede ser, con un trozo de chocolate en la mano, mejor que mejor.

jueves, 25 de junio de 2015

MIEDO











Perdí el amor y tuve miedo.
Perdí las gafas, el gato y el trabajo.
Perdí el hogar y tuve miedo.
Perdí los zapatos, el vestido y el pudor.
Ya no tengo miedo.
No tengo nada que perder.

lunes, 22 de junio de 2015

CHILDHOOD IN RUSSIAN LITERATURE: FROM TOLSTOY TO THE "QUEEN OF HORROR"


It is said that when Tolstoy sent, anonymously, his first novel Childhood (1852) ― written during the Caucasus War and under the influence of Rousseau, Dickens and Sterne ― to The Contemporary magazine, his editor changed the title to History of My Childhood and that this change greatly angered the Russian writer. Later, Tolstoy recognized that his book indeed recounted his own experiences and those lived by his relatives.
          However surprising, Tolstoy was in fact the first major Russian author to combine autobiography with fiction in his depiction of his early years.
          A long list of writers of all styles, including Gorky, Belyi, Kataev, Bunin, Marina Tsvetaeva and Nabokov, to name just a few, subsequently recalled and wrote about their childhoods following Tolstoy's literary technique and his mythology of childhood in their autobiographies.
          The child depicted by Tolstoy has much in common with the child described by Rousseau. Life in the city leaves only negative images in the boy's consciousness. It is the countryside that remains in his soul and thus his memories and memoirs. His relation with nature plays an essential role in the idea that childhood innocence is a paradise lost. "Happy, happy unforgettable time of childhood! How can one not love, not cherish its memories?" wrote Tolstoy.
           Aleksey Peshok, the character of Maxim Gorky’s ‘My Childhood’ (1913-1914), the first part of an autobiographical trilogy, doesn't live in a Tolstoyan paradise. His infancy is deeply troubled by a virulent argument between the boy's uncles over their patrimony, the harsh beatings meted out by his grandfather and the complex and difficult life of his own mother, all elements in a brutalizing environment that might have destroyed the boy's spirit had it not been for the influence of his grandmother, a compassionate woman who cared for the unfortunate and had a great fondness for folk-tales and literature generally.
          During Stalin’s reign, literature about childhood was used as a means to propagate socialism and its ideals. One of the most accomplished prose writers of this era was Valentin Kataev. In his writing, the narrative became epic and the transformation of the fairy tale hero from immature child to adult is part of the process of socialization and integration into the collective.  Kataev’s ‘Son of the Regiment’ (1945), the story of an orphan boy adopted by an artillery regiment during the war, was an immense success, almost immediately made into a film.
          Before and later, other authors, like Bunin in The Life of Arseniev (1930) and Nabokov in Speak Memory (1966), wrote about their childhood from exile. For both, infancy belonged to a pre-Bolshevik chapter where they lived as privileged children, a golden time stolen by the Russian Revolution of 1917. In his autobiography, Nabokov recounts that he learned English before Russian. The Nabokovs were an aristocratic Russian family with European tastes, keen on English goods like Pears soap, Golden Syrup, bath salts and puzzles, products they would buy at the famous English Shop on Nevsky Avenue in St. Petersburg where they lived.




          In our own times, Russian literature about childhood has largely taken a new somber tone.  In his hugely successful, autobiographical ‘Bury Me Behind the Baseboard’ (first published in a magazine in 1996, then in book form in 2003, then filmed in 2009), Pavel Sanaev recounts the agonizing years of terror of a boy wrested away from his mother and brought up by a fierce tyrannical grandmother. 




          The myth of childhood in Russian culture in the 21st century indeed has little if anything to do with paradise or with politics, if we think, in addition, of the terrifying images of fictional childhood portrayed by bestseller Anna Starobinets in An Awkward Age (published in 2005).  For her – often dubbed the ‘Queen of Horror’ - Russian children, like many children in the world, live in the hostile environment of big cities, in conflict with their parents, often separated, and struggling for fictitious lands in which they can escape reality.  A far cry from Tolstoy indeed!