Anton Senkou |
"De manera consecuente, Joyce ligó la rebelión de la novela contra el realismo con la rebelión contra el lenguaje discursivo.
Rechazar su intento como arbitrariedad individualista de un excéntrico sería miserable. La identidad de la experiencia, la vida en sí continua y articulada que es la única que permite la actitud del narrador, se ha desintegrado. Solo se necesita constatar la imposibilidad de que cualquiera que haya participado en la guerra cuente de ella como antes uno podía contar de sus aventuras. Con razón el relato que se presenta como si el narrador fuera dueño de tal experiencia produce impaciencia y escepticismo en el receptor. Estampas como la de uno que se siente a "leer un buen libro" son arcaicas. Lo cual no se debe meramente a la falta de concentración de los lectores, sino a lo comunicado mismo y a su forma. Contar algo significa en efecto tener algo especial que decir, y precisamente eso es lo que impiden el mundo administrado, la estandarización y la perennidad."
Th. W. Adorno. Notas sobre literatura.
La posición del narrador en la novela contemporánea.
Ed. Akal, 2003.
2 comentarios:
El realismo como enfoque no es uniforme ni objetivo; es sólo una manera de mirar que siempre se enriquece con la pupila del testigo. Negar el realismo como tal es absurdo, porque no es un método "estandarizado", con lindes claras, con espacios cerrados. Yo suelo asociar el realismo con un intento de diálogo con los lectores, como una confidencia compartida. Kafka es un realista que nos cuenta una mutación sorprendente; Chejov relata el amor de una mujer, Proust es un realista que habla de un tiempo sin relojes... Qué variedades del realismo. Un abrazo, querida Yolanda.
Gracias José Luis por tus comentarios que siempre aportan un punto de vista interesante. Es cierto, el realismo es una forma de mirar y de contar. Quizás me equivoque, pero en esta forma de narrar el autor está en una posición de ventaja respecto del lector. El lector constata la presencia del narrador en toda la obra. Nos coge de la mano y nos da a entender que nos fiemos de él porque sólo él conoce todos los detalles de sus personajes, las razones por las que actúan de una manera y no de otra, e incluso juzga sus motivaciones. La forma de contar cambió con Joyce. Joyce abandonó el lenguaje discursivo, la vida se trasladó a la novela como un contínuo desorganizado, donde el narrador aparentemente parece perder el control sobre su material; también nos perdemos los lectores, concediendo al escritor que sea así. Cuando leo a Lobo Antunes, Saramago, Margaret Atwood, Richard Ford, Cabrera Infante, Clarice Lispector, el citado Joyce, o a Houllebecq, por poner algunos ejemplos que me vienen a bote pronto, siempre me digo: vamos a ver qué viaje me aguarda. En la novela contemporánea, el lector se vuelve un sujeto activo, un auténtico confidente, y ese juego me parece apasionante. Un abrazo, querido José Luis. Te agradezco de veras la reflexión. ¡Apasionante, poder compartir esto contigo!
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