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Gaito Gazdánov |
"Comenzaba
a pensar que aquella pacífica ausencia de pensamiento, podría explicarse,
obviamente, a causa de varias generaciones cuyas vidas enteras equivalían a un
deseo casi consciente de deliberado empobrecimiento intelectual, encaminado
hacia el "sentido común", así como el rechazo de la duda o el miedo
por las ideas novedosas; y este miedo era tan poderoso en un tendero de mediana
edad como en un joven profesor universitario."
Caminos Nocturnos
En 1919 estalló la Guerra Civil y Gaito
Gazdánov, con 16 años, se unió al
Ejército Blanco del general Wrangler, finalmente derrotado por los bolcheviques.
Junto a más de 150.000 refugiados, huyó de Rusia en 1920 atravesando el Mar
Caspio hasta Constantinopla (hoy Estambul) donde fue realojado en el campo de
desplazados de Gallipoli.
Georgi
Ivánovich Gazdánov nació en 1903 en San Petersburgo en el seno de una familia de
clase media originaria de Osetia. Su padre era inspector forestal, profesión
que le llevó a trasladarse continuamente junto a su familia por distintos
lugares del imperio ruso. Fue un niño precoz, devorador de literatura seria e
interesado por la filosofía. En Constantinopla y poco después en Bulgaria,
continuaría con sus estudios.
En 1923 llegó a París sobreviviendo con trabajos tan diversos como descargando barcazas en Saint-Denis, limpiando locomotoras, como operario en los talleres Citroën y durante tres meses, en
las oficinas de la editorial Hachette. Vivió un tiempo en la calle hasta que
encontró un empleo como taxista nocturno, profesión que ejerció desde 1928
hasta 1953, cuando entró a trabajar en Radio Liberty, una emisora anticomunista
financiada por la CÍA.
Su profesión de taxista le permitió
asistir a la Sorbona, comenzar a escribir y convertirse en uno de los
escritores jóvenes más interesantes de la emigración rusa. Por desgracia, en
España no se le ha prestado todavía la atención que merece. Para ser justos, no
debemos quejarnos, el lector puede adentrarse en su literatura a través de tres
de sus obras más importantes: Una noche
con Claire (Ed. Nevsky Prospects, 2011), Caminos Nocturnos (Sajalín, 2010) y El espectro de Aleksandr Wolf (Acantilado,2015). Esperemos que el
tiempo nos traiga más libros.
Gaito Gazdánov (utilizó siempre su
nombre osetio) saltó a la arena literaria a finales de 1920, primero como autor
de relatos cortos en un periódico ruso de Praga, Volya Rusii. Su primera novela, Una
noche con Claire (1929), publicada por una editorial rusa en París, fue muy
bien recibida por la comunidad rusa en el exilio, brindándole además la
oportunidad de continuar publicando sus relatos en "Letras Contemporáneas",
una de las revistas más prestigiosas de la diáspora. La crítica le comparó con
Proust (autor, que según él mismo confesó, no había leído) y con su coetáneo Nabokov,
otra de las promesas de la nueva literatura rusa, aunque uno y otro poco o nada
tienen en común. Además, mientras el autor de Lolita dejó de escribir en ruso, Gazdánov nunca abandonó su lengua
materna.
Una
noche con Claire es
una obra autobiográfica intrincada en la tradicional corriente memorística rusa
iniciada en el s.XVII y continuada dos siglos después por Lermontov (Un héroe de nuestro tiempo), Tolstoy (Infancia, adolescencia y juventud),
Dostoievsky (Apuntes del subsuelo),
Gorky (Autobiografía), Nabokov (Habla, memoria), Viktor Shklovsky (Literary Reminiscences) y otros muchos autores
que hicieron de sus memorias materia de ficción.
A través del protagonista de su
novela, Gazdanov hace un viaje retrospectivo a los años de su niñez y juventud:
las figuras del padre y de la madre; el dolor por la muerte de sus seres
queridos; el descubrimiento de la naturaleza y del amor. Una vida que se verá interrumpida
por el trauma de una guerra en la que se alistó como voluntario cuando todavía
era un adolescente, cuando su padre muerto no podía darle consejos.
"Quería descubrir qué era la guerra, se trataba de ese consabido interés
por lo nuevo y desconocido. Ingresé en el Ejército Blanco porque me encontraba
en su territorio, porque era lo correcto." Después vendría el obligado
abandono de una patria a la que amaba para nunca regresar. París sería su
destino, la ciudad donde vive la única mujer a la que amó. "Las orillas
ardientes y el agua que me separaban de Rusia con el balbuceante y cada vez más
real sueño con Claire."
Antes de la II Guerra Mundial, el
escritor publicó dos títulos más: La
historia de un viaje (1938), y Caminos
Nocturnos (1939-1941). Novela esta muy interesante en la que el protagonista, taxista de
noche en la ciudad de París, hace un retrato, entre el desdén y la compasión, de
la fauna que se mueve en el París noctámbulo, un "gigantesco espectáculo
teatral" donde hasta el aire se encuentra "impregnado de una pobreza
arcaica e ineludible". Vagabundos, ladrones,
proxenetas, prostitutas, camareros, taxistas y exiliados que como el propio
Gazdánov, viven una vida esquizofrénica, muy distinta a la que abandonaron en
Rusia, para quienes el alcohol se ha convertido en el único asidero.
Durante la II Guerra Mundial, se unió a la resistencia francesa. Sus nuevas
obras adoptan el género de thriller psicológico: El Espectro de Aleksandr Wolf y El
Regreso de Buda, que cuando fueron traducidas al francés, la crítica halló
ciertas analogías con la literatura de Camus por su trasfondo reflexivo sobre
el destino personal, la responsabilidad de nuestras acciones, el amor o las
consecuencias del azar que en unos casos conduce a la redención y en otro, a la
destrucción.
En El Espectro de Aleksandr Wolf, un periodista ruso, exiliado en
París, lee por casualidad en un libro de relatos, un cuento que narra con una
inquietante precisión el acontecimiento más amargo que experimentó durante la
guerra: el momento en el que asesinó a un soldado enemigo. A partir de ese
momento, el protagonista emprende la búsqueda de A. Wolf, el supuesto autor del
libro.
Sus años como taxista concluyeron
cuando entró en Radio Liberty, en 1953, primero como escritor-editor en Paris;
después ocuparía distintos cargos que le llevarían durante una época a Múnich,
ciudad en la que falleció de un cáncer de pulmón en 1971.
El Montaparnasse ruso
A partir de 1925, París se convirtió
en uno de los centros neurálgicos de los diáspora rusa huida de la Revolución
bolchevique. La Rusia Parisina era en número ―unos 45.000―, una comunidad mayor incluso que la
de los americanos expatriados. Pero muy al contrario que éstos, la mayoría de
los rusos llegaron a la "Gay Paree" como refugiados, buscando un
empleo con el que sobrevivir, y no al encuentro de la inspiración artística, ni
de las fiestas y juergas alcohólicas, los cafés, cabarets, la vanguardia, el "Jazz
Age" de Gertrude Stein, Hemingway, Fitzgerald, Henry Miller o Anaïs Nin.
La "Generación perdida" americana no estaba tan huérfana en
comparación con los artistas rusos exiliados. Estos carecían de apoyos por
parte del gobierno bolchevique, fueron silenciados y considerados traidores
hasta la época Gorbachev, cuando por fin fueron restaurados.
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Ernest Hemingway con amigos en París. 1925 |
En el periodo de entreguerras, la
diáspora intelectual rusa se vio obligada a crear su propio microcosmos
cultural. Algunos ya habían alcanzado cierta notoriedad en la Rusia prerrevolucionaria
como Zinaida Gippius, Alexei Rezimov o Ivan Bunin (Premio Nobel 1933). A la
sombra de estas personalidades surgió un grupo de escritores, conocidos como el
"Montparnasse ruso" o "The Unnoticed Generation", como a ellos
les gustaba denominarse.. El centro de este grupo poco cohesionado estaba
integrado por Gaito Gazdanov, Boris Poplavsky, Yuri Felzen, Vasily Yanousky,
Vladimir Varshavsky, Ekaterina Bakunina, Sergei Sharsun, Anatoly Schteiger y
Nikolai Otsup.
La mayoría habían abandonado Rusia siendo muy jóvenes, maduraron en Paris, entraron en la escena literaria a finales de
las década de 1920 y mantuvieron una cierta identidad hasta la Ocupación, en
1940. A todos les unía el trauma de la guerra, el exilio y la falta de integración
en una ciudad que les resultó siempre extraña, representativa de la
desintegración de las esperanzas y los valores europeos durante el periodo de
entreguerras y de la alienación del hombre en las grandes metrópolis.
Los jóvenes asumieron el papel de
herederos de la tradición rusa. La frase de Bunin "Nosotros no estamos en
el exilio, estamos en una misión", articuló el sentir común. La mayoría de
los autores continuaron escribiendo en ruso. Los rusos de Montparnasse
navegaron entre la literatura de los maestros rusos y los discursos del Modernismo
occidental.